
Frente al parque de Grecia, a media cuadra, un lugar que con el tiempo, se convertiría en la más importante zona comercial del distrito primero del cantón, se encontraba ubicado un local comercial propiedad de don Raúl Vega Maroto, que alquilaba como una forma de procurar una entrada económica adicional.
“Primero fue una cantina, luego estuvo ahí una fonda para los agentes viajeros que era atendida por mi madre y luego se le alquiló a un polaco de nombre Max Hartmann, quien se estableció con una tienda”, señala Carlos Vega Rojas, fundador de la Tienda Raúl Vega. Fue algunos años más tarde, ante la dificultad de sacar adelante la tienda, que Max se la ofreció vender a Raúl Vega. Doña Rosalina no era partidaria de la idea por cuanto Raúl padecía de asma crónica y su salud estaba muy afectada. A pesar de lo anterior, era una persona muy emprendedora, aceptó tomar las riendas de la tienda por un período de prueba y acordó con don Max que se la pagaría poco a poco, de acuerdo a las posibilidades. Tres meses después, ante la insistencia de doña Rosalina, esposa de don Raúl, decidieron devolver el negocio a Hartman, pero este persistía, entonces la tomó de nuevo cuatro meses después con el compromiso de que Max lo ayudaría llevándolo ante los proveedores en San José y recomendándolo ante ellos, con el fin de poder obtener acceso a los créditos y otras ventajas necesarias para poder sacar adelante el negocio.

Este acontecimiento sucede en el año 1941, fecha en que arranca el reto de la familia Vega Rojas y al que le hacen frente con el salario de ¢500 colones, que era lo que ganaba don Raúl Vega como tesorero cantonal, además del apoyo y la confianza depositada por la familia y los proveedores que lo visitaban. Don Max siempre nos quiso ayudar y la verdad es que papá y mamá al final decidieron echar para adelante, aunque papá murió tiempo después, exactamente el 2 de julio de 1945”. “Tenía 19 años y de ahí en adelante, me tocó hacerle frente a la tienda junto con mamá, ya que mi hermana María Isabel estaba casada y José Rafael “Pepe” estudiaba”. Fue así como la tienda fue adquirida por la familia integrada por Raúl Vega Maroto y su esposa Rosalina Rojas Álvarez. Este hecho marca la aspiración de una familia en su sueño por sortear obstáculos, se sintió motivada por su designio y posiblemente sin proponérselo, marcó una huella muy importante en la vida económica y social de nuestro cantón.


Esta tienda era un puesto comercial en donde los clientes encontraban casi todos los artículos requeridos por ellos. Aquí se facilitaba el poder encontrar las telas deseadas, los tejidos que se necesitaban, alfileres, botones, zippers y broches requeridos por las costureras y todo lo necesario para vestir. El reto de la tienda se mantenía, era una misión dejada por don Raúl a su esposa y a uno de sus hijos. Ambos se dieron a la tarea y juntos la fueron sacando adelante. En un principio iban a comprar a San José, “me acuerdo como si fuera hoy, cuando comprábamos una docena de fajas surtidas para venderlas en la tienda a 18 colones cada una y así todas las otras cosas que se requerían para surtirla. Más adelante nos comenzaron a visitar agentes vendedores, para ofrecernos los productos”, indica don Carlos. Conforme pasaban los años la familia Vega Rojas iba dándole su propia visión a la tienda. Este logro se nutría del trato personal que se le daba al cliente, del esfuerzo interpuesto para hacerlo sentir que era parte de aquel negocio y que sus problemas y vivencias le interesaban a los dueños. Es importante tener presente que la tienda Raúl Vega o la tienda de doña Rosalina, como también la conocía un selecto grupo de clientes de la vieja guardia, ha sido protagonista de muchos acontecimientos que viven presentes en la mente de muchas familias, cuyos ombligos se encuentran en esta tierra desde los tiempos de los bisabuelos y que aún hoy en día, las nuevas generaciones buscan abrazar
Es importante tomar en cuenta, que conforme pasaban los años, crecía la familia encargada de dar la bienvenida y atender a los clientes, es así, como resulta imposible hablar de Tienda Raúl Vega sin mencionar a otros mentores, que con el tiempo se convirtieron en piezas vitales para dinamizar la actividad comercial de la tienda, es el caso de Ofelia Madrigal, Miriam Bogantes, Martha Castro, Flora Castro, René Fonseca, Zaira Cedeño y muchas(os) otras(os) que a través de los años han pasado por este recinto comercial. Para la década de los años 60 el pueblo avanzaba y el distrito central del cantón comenzaba a cambiar de cara, unas estructuras desaparecían y daban lugar a nuevos criterios arquitectónicos. Tienda Raúl Vega estuvo albergada en un viejo edificio con fachada de de bahareque con pisos brillantes de madera, que maltratados por el paso de los años señalaban que sus días de vida útil habían quedado grabados en la historia y que se acercaba la hora de dar paso a lo que se convertiría con el tiempo en una próspera ciudad, a la cual, ella había ayudado mancomunadamente con sus dueños a darle vida, hasta convertirla en una realidad para el disfrute de las generaciones futuras.